viernes, 11 de mayo de 2018

Alea Jacta Est

Qué le dices a una persona joven que quiere morir?

Me hablaba su alma antigua aunque ella era aún muy joven. Noté algo quebrarse dentro, mi corazón. Mi mejor amiga, mi confidente, allí, delante de mí, mirándome con aquellos ojos habitualmente llenos de luz me dijo serena que ya no quería seguir viviendo.

Llevábamos siendo amigas desde la cuna. Habíamos compartido todo, ropa, mantitas, paseos y hasta carrito, todo, hasta aquel jodido instante. Nuestras madres eran amigas así que como era de esperar, a medida que fuimos creciendo compartíamos hasta las babas que resbalaban para caer en las manos, aquellas cosas redondas con las que lo tocábamos todo a nuestro paso, en aquel pequeño parque del barrio atestado de niños de una generación; la del baby-boom, aquella de los 80. El tiempo en su continuo devenir nos fue uniendo cada vez más; la gente nos decía que éramos uña y carne, y los más groseros, culo y mierda. En fin...cómo culparles. Hasta cuando de más mayores nos enfadábamos y pasábamos días sin hablarnos, nuestro vínculo no se rompía nunca. 

En millones de cosas no estábamos de acuerdo pero en las que importaban...en esas sí; éramos las únicas personas capaces de poner a la otra en su sitio cuando hacía falta. Pero los últimos tiempos habían pasado factura. Habían sido muy duros para ella, no quiero decir que antes hubieran sido fáciles, joder, no lo fueron, para ninguna de las dos de hecho. Sin embargo, siempre nos tuvimos, en las duras y en las maduras y hasta ahora, todo lo habíamos podido superar juntas. Nos entendíamos incluso en el silencio. Siempre creciendo. Hasta aquella tarde en la que se me heló la sangre de golpe. 

Era consciente de lo mal que lo había pasado los últimos años, había estado a su lado y había visto desaparecer de sus ojos aquella chispa varias veces. Tenía ese tipo de luz extraña y potente que no le era indiferente a nadie. Siempre tuvo algo especial, incluso en sus momentos más oscuros desprendía ese halo, ese ‘algo’ que no se puede describir con palabras. La gente confiaba en ella sin pestañear, yo me daba cuenta porque para mí siempre había sido igual, nunca jamás había confiado en nadie tanto como en ella. Incluso en el momento más triste conseguía reírse y hacerte sonreír con alguna de sus salidas de tono. Sin embargo, aquel día no. 

Aquel puto día en el que todo lo que era ella parecía haberse esfumado, no había rastro de esperanza, no vi ningún brillo, la chispa había desaparecido por completo, lo supe, fue como si tocase su alma y la viera por dentro. Agotada. Cansada. Incapaz de luchar. Vacío. 
Su mirada me dio pánico. Vi claramente la determinación, la resolución y supe que no me estaba pidiendo ayuda; había venido para decirme adiós. 

Yo no quise aceptarlo, no podía, le dije que era la persona más fuerte y valiente que conocía. Contestó: “No quiero vivir más”.

No quiero vivir más, no quiero vivir más...no sé cuanto tiempo estuve en shock, pero en ese trance no escuchaba nada más que el eco de aquella frase llenando todos mis vacíos. Me teletransporté a otro espacio: una tribu. Una anciana. La sabia. Se despedía de los suyos dejando su sustituta y avisando de que mañana ya no despertaría. Oí mi nombre, “Laura, laura, estás ahí?” Volví, sólo la miraba, era incapaz de hablar, el dolor me estrujaba el corazón, mis lágrimas testificaban en silencio aquella despedida, cruel, amarga, injusta. Aquella sería la última vez que la vería, todas las risas, los recuerdos, la vida, se agolpaba en mis ojos y cada fotograma era una daga que se clavaba más fuerte, más intensa que la anterior. 

-“Alea jacta est”, dijo. 

Supe que era el final, cerré los ojos todo lo fuerte que pude, como si al abrirlos pudiera despertar de aquella pesadilla. Al levantar de nuevo la vista, vi mi rostro reflejado en el espejo.


L.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Inspiración Inesperada

Tú que has sido capaz de bañar con tu sangre las páginas en blanco de mi vida y dibujar con ella mis sentimientos, mis anhelos, mis dolores, mis cavilaciones y mis más profundos y banales pensamientos, hoy, me dices adiós.

Tú que me has acompañado en mis horas más negras poniéndole el color de tu sangre a las venas de lo tangible, hoy, me dices adiós.

Tú, que me ayudas a prepararme para la despedida enviándome sutiles señales lo suficientemente gráficas para que mi mente en horas bajas lo pueda entender, hoy, me dices adiós.

Yo, que tenido el placer de acarciarte, tocarte, apretarte, quizá demasiado en ocasiones, me preparo con pena para decirte adiós.

Yo, que gracias a ti he podido vaciarme, llenarme, llorar, sonreír, dibujar, tratar de equilibrar mi propio caos, me preparo para decirte adiós.

Mas no quiero que te vayas sin saberme agradecida por toda tu inestimable ayuda, por saber estar conmigo, por dejarme sostenerte cada día y por haberme ayudado a mantenerme en pie con paciencia y amor.

No quiero que te vayas sin saber que gracias a ti me acerco un poquito más a mí cada día.

Yo, me preparo para decirte adiós fiel compañero.

Tú, tú me preparas para que el golpe no sea tan duro.

Gracias fiel amigo, gracias por todo. Allá donde vayas quiero que sepas que podrás descansar, sí, y además hacerlo sabiendo que has cumplido con tu propósito de vida.
Deseo que seas feliz, sí, allá donde vayas.

Gracias amigo por dejarme tu relevo antes de partir para no quedarme sola. Gracias amigo, ya estoy preparada.

La hora acaba de llegar.

Adiós.

‘Oda a mi Stabilo Azul’

Lady L.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Recuerdos

Junio. 

Dentro de unas semanas llegarán las vacaciones, llegará el verano. Emoción. Me doy cuenta observando el pequeño rincón del mundo en el que vivo. Cuando vuelvo del colegio y bajo a la calle a jugar, veo como pequeñas hordas de niños suben y bajan la calle llevando maderas consigo. A veces desearía atreverme a ir con ellos. Sé para qué son las maderas. Huelen a verano. 

Una tarde cualquiera me veo transportando yo también pequeños trozos de madera con mis amigos camino al descampado desde el que observo el horizonte. Me pregunto qué habrá más allá de esa línea azul, ¿se acabará el mundo allí? ¿si llegas hasta allí nadando luego qué pasa? ¿te caes? ¿a dónde? ¿qué será aquello? ¿qué habrá al otro lado? En fin, me invaden preguntas y en mi mente me evado sin querer de lo que estaba haciendo. Un toque de atención 'eh, Laura! me trae de vuelta. Me veo a mí misma con mi pequeña aportación de madera en las manos y la tiro hacia el montón en el que hay muchas más con toda la emoción de estar participando en algo grande. Hacemos varios viajes y como si fuera algo prohibido, escucho la voz de mis padres en mi cabeza 'Laura, ten cuidado que las maderas tienen clavos y te puedes hacer daño y coger cualquier infección', las desoigo y continúo con lo mío, la emoción de colaborar en la construcción de la hoguera me puede.

Pasan los días y la emoción aumenta, cada excursión a la calle es testigo de la grandeza de nuestra construcción, va tomando forma de pirámide. Con mi estatura sólo puedo participar en hacer más grande la base pero yo voy lanzando la madera con todas mis ganas a ver si consigo que alguna llegue un poco más arriba. Y así, poquito a poquito se acerca el gran día. Los niños más mayores tienen el muñeco y escalan la pirámide para clavarlo arriba de todo, en la punta. Ahora mientras lo escribo me resuenan tintes gores, en su momento, me parecía todo espectacular.

Llega el gran día, el cole se acabó hace unos días. Empieza el revuelo y la emoción se dispara por las nubes. En la calle se respira alegría y movimiento. En casa, el estrés de arreglarse para bajar a cenar a la calle. Emoción pura para mí. Atardece y no se espera ni a que se haga de noche. Bajamos a la calle, ¡por fin! En el aire olor a fiesta. Todo se ha llenado de terrazas y parrillas, gente por todas partes, familias que como la nuestra han bajado a la calle y buscan su sitio o ya lo tienen. La actividad es frenética, comienza a anochecer y el aire ya huele a sardinas. Con los padres vigilando, localizo a mis amigos del barrio, vamos corriendo a vernos atolondrados y emocionados, y nos dejan libertad controlada para vivir la tradición, como locos nos vamos a por el pan de broa y a por la primera sardina, suena la música y se oye la voz del barrio, gente cenando al aire libre, hablando, riendo y disfrutando de la fiesta, es la noche más mágica del año, al menos es lo que todos dicen, se quemará todo lo malo y le daremos la bienvenida al verano. Vino, orujo, sardinas, pan y café para los mayores, para nosotros, sardinas pan y refrescos, es como estar en un cumpleaños pero a lo grande.

Pasa la noche y en algún momento sin que nos demos cuenta se enciende la hoguera, empezamos a molestar a los padres para que nos dejen ir allí, pero no nos dejan solos así que empezamos a tirar de ellos para que nos lleven a verla, llevamos mucho tiempo esperando el momento y ahora los segundos son vitales. Nos dicen que esperemos que la hoguera es grande y aún tardará en acabarse pero queremos verla arder entera y no queremos perdernos ver cómo arde el muñeco. Ellos ya lo han visto cientos de veces, pero nuestra emoción y nuestros ojos de niños no entienden de tiempos, lo queremos ver ya, queremos ir ya, la paciencia no está en nuestro diccionario. Después de un tiempo que para nosotros es eterno llega el gran momento, nos llevan. Nos acercamos a la hoguera con ilusión y miedo, pero la ilusión es mucho más grande así que nos acercamos más, pero algo nos tira del cuello de la camisa. Al principio solo estamos con nuestras familias. Yo con la mía. Me abrazo a la pierna de mi padre y cojo la mano de mi madre, y me quedo allí, absorta completamente, maravillada por esa visión, el fuego consume la madera y todo lo que se ha tirado allí, mi madre me ha dicho que el fuego aleja lo malo así que tiro allí desde mi cabeza todo lo que no me gusta y sin más, observo con los ojos más abiertos que puedo para no perderme nada. Todo arde, el muñeco hace rato que desapareció y así sin más miro el fuego, viendo como las llamas se alzan como si tocasen cielo e iluminan cálidamente el lugar. El mar parece negro y brilla con la luz de la hoguera, me parece bonito, extremadamente bonito y no sé si eso es que se está haciendo la magia de la que hablan los mayores o qué, pero todos observamos en silencio el bellísimo espectáculo de fuego. Hace calor, llevo la ropa manchada y la cara sucia, testigo de las sardinas y el pan que me he comido. Pasan las horas y la hoguera se va haciendo cada vez más pequeña hasta que ya no queda demasiado fuego así que los mayores comienzan a saltar la hoguera, es demasiado grande para nosotros, pero alguien ha apartado unas maderas para hacer una para los niños, ahí ya me reencuentro con mis amigos y participo de la tradición de saltar la hoguera bajo la atenta mirada de los mayores, tengo miedo. Me han dicho que quema y que es muy peligroso, pero quiero hacerlo, miro cómo se hace y me armo de valor, camino hacia atrás sin perder de vista la hoguera y empiezo a correr lo más rápido que puedo acercándome hacia ella, pego un salto y...¡allá voy! En un visto y no visto estoy al otro lado, con la adrenalina por las nubes y sonriendo feliz por haberlo conseguido, no me he quemado y me siento como si pudiera volar. A partir de ahí todo es repetirlo una y otra vez, risas, emoción, coloretes y manchas de carbonilla por todas partes hasta que los padres ya aburridos nos dicen que la fiesta se terminó y que es hora de volver a casa, nadie quiere pero se ve que hay que hacerlo: 'Tranquila Laurita, el año que viene lo podrás volver a hacer'. Acepto a regañadientes y me voy con la esperanza     del próximo San Juan. 

L.

domingo, 3 de mayo de 2015

Gracias Mamá!!

Hacía tan sólo unas horas estaba en su cálido y confortable hogar, cierto que en los últimos tiempos se había quedado un poco pequeño, si existía la magia, habría jurado que una suerte de encantamiento había encogido su casa, pero al fin y al cabo...no necesitaba un palacio.

Mientras estaba añorando su recién abandonado hogar unas imágenes abrumadoras le sobrecogieron...ahora recordaba...sintió cómo se rompió el suelo y una lluvia torrencial le empujaba boca abajo hacia un pasillo estrecho que no recordaba haber visto nunca...qué miedo pasó...una fuerza sobrenatural la empujaba constantemente hacia fuera, oía voces lejanas (no demasiado tranquilizadoras por cierto) y desde el fondo parecía llegar un pequeño rayo de luz. Estaba incomodísima...en una posición imposible, incapaz de mover ni un sólo músculo, presionada y atascada en aquel pasillo, con un ataque pánico brutal, escuchando voces desde el más allá y con el aire enrarecido y cada vez más escaso...pensó que aquello era el final...caray qué cortita se le había hecho la vida...

En fin...no dependía de ella sobrevivir en esta ocasión así que comprendiendo su destino cerró sus ojitos, tomó una gran bocanada de aire y...algo dentro de sí misma dijo...No! Hoy no! Abrió los ojos de nuevo y reuniendo toda la fuerza que pudo intentó empujarse hacia abajo...no sabía donde caería ni si aquello iba a salir bien...pero...cualquier cosa sería mejor que morir así de apretada y amoratada. Empujó  fuerte y noto algo en la cabeza...le dio asco pero continuó...oía ahora las voces más cerca y aunque bastante asustada eso confirmaba que había una salida, había algo al otro lado!! Oía que alguien decía...tú puedes, empuja, empuja un poco más y ... Se hizo la luz...caray si había luz...la cegaba tanto que se vio obligada a cerrar los ojos de nuevo...hacía  muchísimo frío, se quejaba profusamente, pero a la vez estaba contenta de haber salido...gritaba a aquellas manos que la sostenían que la dejaran en paz, pero no la entendían, en respuesta, recibió un azote en el culo...así sola, golpeada, desnuda, ciega y aterecida casi haberse muerto parecía mejor opción, hasta que aquellas manos la pusieron en los brazos de una bella mujer, oh dios! Aquello la tranquilizó de inmediato, aquellos brazos estaban llenos de amor...la miró a los ojos y escuchó -'Hola nené...hola mi amor...hola mi Laura'. Sonrió, reconoció que era la dueña de su primer hogar, reconoció la voz que la había animado a salir y supo en seguida que no haber cerrado los ojos en aquella encrucijada final había sido la mejor decisión de su vida. Su mamá estaba allí, lo sintió, aquel amor infinito con que la envolvía era maravillosamente hermoso, así, feliz, se quedó dormida agradeciendo el tormento que acababa de pasar, merecía la pena pasarlo de nuevo, sólo para volver a sentirse así, sólo para volver a sentirse en casa.

Gracias por tu coraje, por tu amor, por tus brazos, por tu apoyo incondicional, por respetarme, por ayudarme a crecer libre, por ser quien eres, por ser mi madre, por enseñarme valores, por educarme, por creer en mí, por infinitas razones...pero sobre todo, gracias por SER, gracias por traerme aquí. 


Feliz día, mamá! Te quiero infinito!

L.

sábado, 28 de febrero de 2015

My love, my sweet baby love

Sabía que algún día llegaría, aunque siempre pensé que eras inmortal.

Te quiero tanto, tanto, tanto, tanto, que me cuesta despedirme de ti, me cuesta asumir que ya no estás. 
11 años de amor incondicional, 11 años. Casi media vida has estado conmigo. Casi toda mi vida adulta has estado a mi lado y hoy te has ido. Supongo que era tu hora, supongo que cumpliste tu misión aquí. Supongo que no había otro modo, te tuviste que ir. 

Gracias por tanto amor, gracias por tanto mimo, gracias por todas las noches, gracias por todas las siestas en el sofá, gracias por tantas risas, gracias por tanta vida conmigo. Siempre has estado aquí, conmigo, mudanzas, viajes, experiencias, risas, juegos, mimos, sueños, amor, amor, amor y más amor. 

Joder...aún no me puedo creer que no vaya a verte más mi pequeño bebé, mi pequeño mini-tigre, mi pequeño gordito zizou. No puedes hacerte una idea de lo muchísimo que te voy a echar de menos, lo muchísimo que ya te echo de menos. La casa está vacía sin ti. Mi reino ha perdido algo. Qué dolor, Dios mío, qué dolor. Qué tristeza tengo dentro. Cómo me duele ahora mismo el corazón...me duele hasta en las entrañas, como si fueras mi pequeño...Dios mío...algo se me ha roto por dentro. 

Cómo voy a poder dormir ahora, sin ti. Sin tu calorcito, sin tus interminables jueguecitos para meterte en la cama a dormir en el huequito de mi barriga y abrazándome con tus patitas. A quién le voy a confesar ahora mis secretos, a quién abrazaré ahora cuando esté alegre y cuando esté triste...con quién voy a jugar con las gomas de pelo y al escondite, quién va a estar maullando en la puerta al otro lado mientras abro al llegar a casa, dime, quién, quién va a salir al rellano y a tirarse en el suelo y rodar buscando mimos...Bufff...qué especial eres cousiña. Qué grande y qué importante eres para mí, Zizou. Ay mi amor, no puedo creérmelo aún. Ahora pienso en lo enfadada que estaba contigo cuando me dejabas esos regalitos en forma de pis por la casa, en esos muebles que tuve que tirar, en la cantidad de fregonas que tuve que comprar cuando te enfadaste tanto conmigo y me la liabas parda y a pesar de eso, no podía estar mucho rato enfadada, te miraba...tan bonito, tan mimoso, tan tierno, tan suave y me moría de amor. Dejaría que me arañases toda la casa y me marcases todos los muebles a cambio de poder volver a verte respirar...

Me has dado tanto amor, pero tanto tanto...espero que te hayas ido feliz mi pequeñuelo, te he mimado todo lo que podido, te he dado todo mi amor, me has hecho sentirme mami y lo hemos compartido todo...no sabes lo muchísimo que ya te echo de menos...

Ya sé que todos estamos de paso, ya sé que poco a poco lo asimilaré, me acostumbraré a tu ausencia y cada vez dolerá menos, pero eres tan especial para mí y para todos los que han tenido la suerte de conocerte...jamás dejaré de echarte de menos, jamás dejaré de quererte como a un hijo. Qué suerte he tenido contigo. Hasta tu manera de irte ha sido dulce. Siento mucho dolor dentro, no puedo dejar de llorar mi amor, pero no puedo cambiarlo. Ojalá pudiera abrazarte eternamente, darte mil biquiños, achucharte constantemente y mimarte siempre. Y a la vez, racionalizo el dolor como puedo, obvio que algún día tenía que pasar. Ojalá hubiera sido...nunca. Pero ha sido hoy, supongo que alguna razón habrá. Gracias por avisarme y despertarme para acompañarte con mimo al otro lado. Gracias por todos estos años de amor, gracias por todo. Eres muy grande Zizou. Te quiero muchísimo. Qué pena me da estar escribiendo este post, qué pena joder. Tengo ganas de chillar. Tengo ganas de rabiarme. De qué me serviría, ¿podría acaso traerte de vuelta? Una vez más la respuesta es No. Qué jodido. Qué triste es este momento. 

Mi amor, mi pequeño y dulce amor...te quiero peque-zizou, te quiero muchísimo. Siempre te llevaré conmigo, bien guardadiño y mimadiño en mi corazón. 

Gracias por estos 11 años de amor. Gracias pequeñito mío.